Cuando las golondrinas vuelven

Cuando las golondrinas vuelven dejan detrás un largo viaje. Cuando vuelven me recuerdan a quién estaba esperando. A veces se van y vuelven cumpliendo ciclos con nuestros años. A veces se van y dejan solo el canto, efímero, las notas se quedan sueltas, atrapadas como púas en el cilindro dentado de nuestro corazón trabado.

Se van y vuelven pero jamás regresan. Las suaves notas que un día escuchamos se quedan tranquilas e infinitas como larvas reposando en vano el dolor en una botella de mezcal curado.

Cuando las golondrinas vuelven traen consigo la esperanza: Un canto nuevo al nido de tierra y hebras de hierba alada. Cuando regresan ellas celebro la vida pero también lloro la muerte, aquella eternidad sin tiempo, solitaria y arcana.

En un arca guardamos todo aquello que no pudo ser. Y en la cuna duerme mi alegría más bella de la vida. Quizás ese hermoso canto no llegó ese día, aquella primera vez, pero las notas le recordaron la ruta etérea a este nido que guardó celosamente en la pared. Allí donde dejé la marca y le dije en silencio aquí te esperaré.

Todo es del tiempo, todo. Y aunque a mí no me queda mucho, en cada caricia y cada beso que te doy renazco en ti. Irreparable día, pasó de largo sin darme tiempo para aferrarme al antes y a todo lo que temía. Antes, esa palabra breve sin un adiós siquiera, sin nada fue solo un sueño arropado en sombras viejas, un solo canto ahogado en un latido que dejó de ser:

Un alma vieja volverá, solo entendí el eco del dolor propio aunque nunca supe cómo demostrarlo. Porque el dolor es natural pero la vida me enseñó a no aferrarme a él, a dejarlo ser en su momento y recordarlo pero no como un dolor sino como esa espesa cicatriz pegada en tu reflejo agudo y frío.

Cuando las golondrinas vuelven vienes tú a saludar tu casa. Vuelves para decirme durante cada mañana transparente de primavera que la vida a veces es así como una cadena de salitre queriendo esclavizar nuestro llanto o nuestra risa. Porque sonreír es llorar a fuerzas, es no saber reírnos de la desdicha y la Fortuna, todo es a prisa, todo.

Cuando mi golondrina vuelve, cuando ella vuelve mi corazón escucha y juntos entonamos un latido de viento y cobre que resuena en este abismo pobre de madera seca.

Cuando ella vuelve le digo sonriente como si ya la esperase siempre: ¿Dejaste algo olvidado en algún cuarto solitario, arriba? Su respuesta se queda sola, aquí en este trompo dentado que late con todo el frío girando hechizada en la brisa cada día.

Cuando las golos vuelven tiembla mi cariño como las patas de frágil ave en el filo de su nidito: una mirada basta y cruzan el largo abismo.

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